Y no puedo dejar de llevarte en mi cuaderno,
además de llevarte ya para siempre en mi alma...
Y no puedo dejar de llorar las lágrimas
que tu madre derramó cuando te vio partir
para nunca más volver a verte en esta vida oscura...
pero esperándote en la luz.
Y no puedo evitar sentir la placidez de tu derrota,
que al fin y al cabo se convirtió en victoria al irte;
de sentir tu dolor por la inhumanidad de los que te vieron irte,
de los que te obligaron a partir.
Y lloro por los hijos que nunca tendrás,
por los abrazos que ya no te acogerán,
por las sonrisas que ya no regalarás...
Y sufro por tu propio sufrimiento,
por tu terror en la soledad
y el dolor de tu cuerpo joven.
Por todo ello quiero recordarte siempre... Porque creo en tu libertad como persona,
y agradezco tu sacrificio como enseñanza.
Por todo ello,
igual que lloro por ti,
te amo como a un hijo,
mi bello desconocido...
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Mi pequeño homenaje a un alma
sacrificada en el campo de trabajo de Dachau, Alemania
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